domingo, agosto 13, 2006

Designio

El destino, pródigo dueño de guadañas humeantes, en tu ruta me ha cruzado. Así pues, gozaré de la divina antropofagia que me impulsa a disfrutar del suave néctar de tus montes. Tu boca abierta será templo del sacro licor que mis entrañas le confieran. Redime tu perfidia embebiéndola en la candorosa bendición que ahora saboreas...


Parte I:

Temeroso es tu semblante
como perro maltratado, expectante.

Tus golpes son devueltos con creces
pues toda deuda genera intereses.

¡Son mi dicha tus lamentos!
Comienzas a retorcerte,
yo comienzo a poseerte.

Dulce ira, cuán sabrosa tu mirada
resignada cual ventana empañada,
sumisa, ante la tormenta desatada.

Me alimentan tus berridos
pues la gula es mi pecado.
Entregado al vicio que apremia,
la naturaleza observa, incierta.

Derrumbada tu divina entrada,
zambullido en tu caverna inexplorada.
Hasta que en un alarido montada,
finalmente el alma se te escapa.


Parte II:

¡Arriba, cuadrúpedo infértil,
húmeda excreción humana!

Cesa ya tu voluntad desvalida.
Acepta, pues, así tu nueva vida.

La entrega se ha efectuado.
Divino menester del destino
finalmente consumado.

En lágrimas sangra el alma,
como en gran torrente bermellón
tu cuerpo, a borbotones, imitador.

A mi antojo hoy te he usado,
y con jolgorio desterrado
las brazadas de virtud
que en un ataúd han claudicado.

Es inútil luchar,
tu ardiente sangre así lo afirma.
Ya no hay vuelta atrás,
pues tu alma ahora es mía.

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