miércoles, octubre 25, 2006

Amo...

Amo saborear la vibración del subte abriéndose paso entre tanta oscuridad eterna, entre el aire enrarecido y húmedo de subsuelos laberínticos, entre estaciones atestadas de cuerpos que ven el momento como una mera traslación de su casa aburrida a su trabajo aburrido de su vida aburrida. Me gusta mirar durante 1 hora el cielo de una noche nublada y que me sorprenda la primer gota en la frente.

Amo leer los cuentos circulares de Borges y, al terminar, decirle Hijo de Puta como si me escuchara mientras río solo.

Amo caminar por la costa del río en silencio.

Amo ver las estrellas de noche recostado sobre un techo.

Amo bailar como si fuera el único en la pista.

Amo olvidarme el paraguas cuando llueve en verano.

Amo que la música me estremezca el alma.

Amo que una palabra valga más que mil imágenes.

Amo el olor a lluvia mientras tarareo a Gene Kelly.

Amo las empedradas.

lunes, octubre 23, 2006

- Hola

- ¿Qué hacés?

- Bien, ¿vos?

- Todo bien.

- Me alegro mucho, che.

- Entonces, ¿vos todo bien?

- Si, bien, bien... tirando.

- Bueno, mandá saludos.

- Vos también.

- Chau, cuidate.


[ Levanta la mano en ademán de saludo mientras la puerta del ascensor se vuelve a cerrar, y continúa mirando la fría nada de la pared metálica... ]


La jerga jurídica es una de las cosas más estúpidas que escuché y leí en mi vida. Imaginen un lenguaje insípido e intrincado sin más sentido que el de demostrar la idoneidad (o pedantería) del letrado en cuestión. Absurdo, ¿no? bueno, ya tienen el concepto. Quizás el sentimiento de inutilidad que me inspira ese lenguaje (propiamente hablando) junto con situaciones vacías como la que cité más arriba (diálogo real entre abogados en un ascensor de Tribunales) hayan sido 2 factores cruciales al tomar la decisión de alejarme de mi tentativo futuro académico en el derecho. Hay un tercer factor (que, por razones personales, voy a mantener en silencio) que implica una fuerte decepción que tuve, y que fue el que más influencia tuvo en mi cambio de postura.

Que quede claro. Uno no es idiota por elegir una carrera que lo llene espiritualmente contra una que en teoría lo llenaría monetariamente. Los idiotas son ellos, infelices vanos que venden su vida y alma a cambio de una remuneración ostentosa. ¿De qué sirve eso? Escupo sus reglas. Me cago en sus reglas y me cago en ellos, en su "buena vida" y en su mugrosa credencial amarilla. ¿De qué sirve todo eso si llegan de la oficina y no hacen más que comer, mirar tele, dormir y despertarse al día siguiente a hacer lo mismo que el anterior y que el siguente? Y lo peor de todo, ¿de qué sirve trabajar para la justicia cuando son ellos mismos los primeros en robarle las monedas a esa pobre ciega, negando así su existencia, cosa que tanto pregonan al firmar sus escritos?

En cuanto a mí, ya dejé de cuestionarme por qué escribo estas cosas. Ahora simplemente me dejo llevar por el teclado bajo mis manos, como todo artista que se entrega a la improvisación libre. No hay suicidio más cobarde y atroz que la autocensura. Me cansé de pretender ser un cadáver políticamente correcto.

miércoles, octubre 18, 2006

Caridad...

Me acordé de la cantidad de veces que me tildaron de "hijo de puta" por no dejar propina ni dar limosna. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Acaso dar limosna va a ayudar al pordiosero que me pide? ¿o, en cambio, lo va a incentivar a seguir pidiendo? La gente no piensa en ayudar a nadie cuando da limosna, más que en alimentar con golosinas su propia conciencia. Es como mezclar la prostitución con la redención. Uno deja monedas para alquilar gotas de sosiego para la conciencia ennegrecida que tienen casi de fábrica.

Bien, ahora... yo tengo la conciencia perfectamente limpia, por cuanto mi interés en ganarme un lugarcito en un paraíso ilusorio (de cuya existencia no tengo ninguna prueba tangible) es absolutamente nulo. Por otro lado, no encuentro -sinceramente- ninguna satisfacción en darle a un desconocido una moneda que me podría salvar (literalmente) a la hora de tomar un colectivo, ergo no tengo motivación alguna para hacerlo ni siquiera por regocijo propio.

Todos somos egoístas y ególatras, solo que algunos tenemos la envidiable facilidad de reconocerlo sin pudor. Por eso nos señalan.

sábado, octubre 14, 2006

Transición

Bienvenido, mi buen amigo,
a la incandescente blancura
que este infierno te procura.
Ése en que nunca habías creído.

Es tan vasto y luminoso que
solo miedos y congojas
del pasado te sofocan,
y la sombra ya no te acoge.

Admirando lo eterno,
que inútil ya es todo...
hoy has muerto.

El tortuoso recuerdo.
Entonces, ¿por qué todo?
(el vacío te pregunta)

¿Por qué hijo y estudiante?

Tantos años de vivir
esperando, negando;
solo temiendo morir.

¿Por qué padre y laborante?

No serás recreado.
No serás reencarnado.
No serás recordado.

¿Ahora qué anhelas?

Sobre tí, la eterna brisa,
las pisadas, los gusanos,
y esta lluvia con sus manos
que toda tierra y pasto alisan.

Te han enterrado.

El reloj queda en la entrada.
No me mires en la bruma;
no te miro, pues no existes.

Ya no sientas, ya no esperes
esta es tu nueva tumba.
El tiempo es cosa pasada.

Tan solo uno más,
nacido para morir.

Mira ya, cuan importante te creías.
Mira ya, mientras las larvas te mastican.
Mira ya, mientras la fría lluvia aplana.
Mira ya, mientras las tiesas hojas te tapan.
Mira ya, cuan verde el pasto te reemplaza.

¿Viviste? ¿Realmente viviste?

Tu sangre sólo movió un cuerpo.
Tu saliva sólo abrasó comidas.
Tu semen sólo endulzó látex.
Tu sudor sólo empapó camisas.
Tu llanto sólo roció penas.

¿Ahora qué te queda?

Salvo el recuerdo, cual ventana
que desde afuera contemplas;
que a lo lejos hoy anhelas.
Seca y muerta, una pantalla.

Siempre lo que debías,
más nunca lo que querías.
Siempre atento a las horas,
mas nunca a las estrellas.

Memorias de granizo, ese
demonio ardiente, inquieto.
Si ni el polvo ya te acecha;
hasta tu Dios te ha dejado.

¿Por qué tanto alboroto?
Si no vives para sentirlo.
¿Por qué tanto martirio?
Si no sientes para sufrirlo.

No más luces,
no más sombras.

Solo... nada.

miércoles, octubre 11, 2006

Confieso

Me molesta la gente...

que putea al rope,
que tiene mugrosa la saca,
que no gusta del feca,
que engaña a su jermu,
que arma bolonqui,
que reniega de sus dopes,
que garronea nedamos,
que corta mal la zapi,
que te manda al jocara,

pero, por sobre todo eso,
me molestan los porteños dolobus
que parlan al vesre.

lunes, octubre 09, 2006

Ego...

Mmmmm... ¿resumen del día? Aprendiendo el moralmente desdeñable oficio de vivir por y para mí mismo. Despreciable, ¿no? Bien, sí, quizás. Lo acepto, puedo ser despreciable e, incluso, hijo de puta. Pero no viene al caso en este momento.

Nunca fui de esas personas que te dicen "no me cuentes el final" cuando se enteran que fuiste al cine; siempre me gustó disfrutar lo del medio... siempre tiene otro gustito el centro. La vida es igual: el principio y el final ya los conocés de memoria, lo ves a cada rato en la calle, en la vieja loca de en frente (que por suerte se murió, porque ya se había puesto pesada con los gritos), en tu casa, en Crónica, en fin. Nacés para morir, y no podés hacer nada para evitar ni una cosa ni la otra. Lo único realmente tangible y, por ende, apreciable es lo del medio. Entonces, ¿tiene sentido desperdiciar el lapso que media entre el principio y el fin de la vida? A fin de cuentas, la única persona que te acompaña incondicional durante todos y cada uno de tus días sos vos, y nada más que vos. ¿Tiene algo de malo mimarse a uno mismo? ¿es malo acaso priorizar la felicidad propia por sobre la ajena?

Simplemente, no.

Me dijeron que pensando así me iba a quedar solo. Probablemente tengan toda la razón, pero desgraciadamente (y sepan disculpar mis arranques de idiotez) sigo sin entender cuál sería el problema. Será que la gente tiene tanto ruido en su cabeza que se siente incómoda disfrutando del silencio propio, quizás. O quizás yo sea un misántropo incurable y tenga que aprender a vivir con eso (dentro de una cueva y comiendo ratas, por supuesto).